20111206

Metalpar

En su cabeza resonaban las entrevistas, novedades y tandas: auriculares tratando tapar el sonido turbodiesel de de Benz sabor tercermundista. Faltarían 5, 17, 31 minutos; daba igual, todo era demasiado.

En un momento subió una, ella miró la ventana, era un perfil perfecto. Pelo suelto en una noche que cerraba un día de garúa, viento y contraviento. La camisa arremangada desocultaba unos codos delicadísimos. El perfil y gesto de museo no eran casualidad: segundos demoró en acercarse uno cuya estatura lo superaba en 20 centímetros, brazos eran más gruesos y se notaba se tenía más confianza. Algo le decía que no importaba, ella lo penalizaba al ignorarlo, por eso (y también por definición) el tipo era un boludazo. El boludazo la cargoseaba y ya ignoraba a un tercero que parecía ser cómplice de una mofa.

Mientras, el cráneo con audífonos contemplaba y agradecía a la noche de afuera, las luches de adentro y la ley de Snell. Respiró hondo, sintió olor a cloro.

Los monos caminaron hacia atrás. Ella bajó por la puerta esa que está delante. Faltarían 3, 13, 29 minutos.

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