20111019

Reforma Constitucional? Nah, gracias

En días se plesbicita una reforma constitucional. Mendoza ha resultado ser un lugar no proclive a cambios constitucionales, eso se ve claramente en una provincia sin reelección de gobernador, y con una versión de Constitución de las más antiguas del país.

Uno de los motivos por el que han fracasado estas convocatorias es técnico: más del 50% del padrón electoral debe dar el sí, para que pueda avanzar la misma; no el 50%+1 de los votantes, que excluye a las personas que obligadas o no a votar no lo hicieron.

La propuesta actual ataca ese mismo problema técnico, yo me inclino por el no. Me parece decadente la escasa difusión y la prácticamente nula campaña que ha hecho la clase dirigente mendocina.

Me cuesta interpretar lo ocultistas que pueden llegar a ser cuando cuando juega en contra de conseguir la barrera alta y liviana para futuras reformas: que les resulte más fácil, técnicamente.

También creo, que la sociedad, y el Estado necesitan de más participación ciudadana, de ciudadanos (y habitantes) que además de opinar, mirarnos a nariz y bloggear; presentemos propuestas para resolver los problemas de los que somos parte, más allá de ser o no idóneos, que nos acerquemos a asociaciones civiles, ONGs. Es cierto que la militancia política ha aumentado y que eso fortalece a las fuerzas políticas con jóvenes que serán las cabezas de las mismas. Sin embargo, considero que militancia y participación ciudadana son cosas distintas.

Hay casos muy prometedores en Mendoza y el país, de participación ciudadana, sin embargo, considero que son aislados; Y que, implícitamente, en lo que convergen las fuerzas políticas dominantes es en slogan "dejamelo a mí, vení una vez cada dos años y si no venís, mejor".

Voto no, tal vez sea a mi propio juicio incorrecto que los cambios se detengan, por personas de viaje y miembros del club 501. Sin embargo cada decisión tiene un contexto y este contexto me dice quenos quieren usar.

20111012

Tatoo

Desde chico no acepté los tatuajes, o mejor dicho: ahora como un niño no acepto los tatuajes. Lo mismo con los aros, el cabello violeta, y los metales en cualquier parte distinta de las orejas.

Me cuesta por mucho que razone ver a una persona que fue bella así como los teólogos saben qué divinidad eligió, que ahora cambió esa misma belleza que nos provee la naturaleza por otra compuesta de tinta, materia inorgánica y/o algo de ingenio. Es más fuerte que yo. No sé si tengo adelante al mismo que hace algún tiempo. Lo vivo como si dijeran "este individuo ahora es otro, no el que conociste, y no es una razón impuesta por el metabolismo; el que conociste no está más y por ese motivo el vínculo con él tampoco".

Sin embargo, debo admitir que elementos como los aros en el rostro, los tatuajes, suelen ser anzuelo para que uno mantenga la visión en alguna facción ( o proporción ) de una observada. Son como algunas publicidades que tienen el asterisco entre paréntesis, pero no hay nota al pie, ni letra chiquita y buscandola uno recorre todos los detalles estéticos de la página. Y es esta contradicción la que me moviliza a escribir en forma de sujeto, verbo y predicado; que por cierto no me resulta fácil.

Instalar un aro no es cosa sencilla, lo mismo con tatuajes, pero no por eso de perforar, existen herramientas bien sofisticadas, ni por el dolor: el cuerpo receptor del tuneo está dominado por una mente dispuesta a la carga.
El verdadero valor agregado del trabajo está en colocar el sticker indeleble en justo un lugar que destaque una zona cercana, así se estimula en el observador un reflejo que cambia el paneo horizontal por vertical.


Y sí, no sé. Me importa poco, si es una araña, un símbolo tribal, un personaje comic, si está desteñido. Sé que no son lunares y que puestos ahí, en eso que llaman rombiode superior, me dicen

"Esta espalda, Matías, pertenece a una mujer que no podrás ignorar"